Ivo Orioli
7/11/2018

Tierra de lombrices

«Alimenta a las lombrices» es el reclamo irresistible en el puesto de Union Square en el que cada sábado se celebra de una manera peculiar el rito del Día de la Tierra. Uno tras otro, en religiosa procesión, más de 500 vecinos de Nueva York llegan con su colecta semanal de mondas de frutas, sobras de verduras, restos de arroz, pan, pasta y posos de café, digeridos en el acto por los cubos del Lower East Side Ecology Center (LESEC). Más de uno examina con curiosidad sus propios desechos en ese último acto de fe, como intentando buscar entre las lombrices el sentido de su propia vida.

«Los desechos serán la tierra que garantice el crecimiento de la próxima cosecha«, sostiene Christine Datz-Romero, nacida en Alemania y afincada en Nueva York, donde ejerce como «misionera» del compost. «Nada representa mejor el ciclo de la vida. Las hojas caen, se degradan en la tierra, la abonan para la primavera. Con el alimento pasa lo mismo: lo que no comemos contiene la semilla del futuro. En la naturaleza no existe eso que nosotros llamamos basura», advierte Christine. «La naturaleza lo aprovecha todo, y más nos vale aplicar esa lección si queremos preservar el planeta. Tenemos que volver a poner los recursos en su lugar para que el ciclo continúe».

Los dos centros de recogida del LESEC (el otro está en la calle siete) procesan todos los años 200 toneladas de basura orgánica. Los jardines comunitarios y las universidades se han apuntado al compostaje, pero el Ayuntamiento de Nueva York no acaba de subirse al carro, aunque más del 25% de los desechos diarios son pefectamente compostables. En San Francisco, la ciudad que presume de reciclar o reaprovechar el 75% de sus residuos, la recogida selectiva la realiza el propio camión de la basura.

«En Nueva York, con la altísima densidad y los apartamentos tan pequeños y de gran altura, es difícil convencer a la gente para que composte en casa», reconoce Christine Datz-Romero. «Pero lo cierto es que hay vermicomposteros domésticos que ocupan poco espacio, que son muy higiénicos y muy sencillos de manejar, ideales para ir creando conciencia ecológia en los niños». En las ciudades compactas, sin embargo, Christine está convencida en que la solución debería buscarse manzana a manzana: «En todos los barrios debería haber sistemas de recogida selectiva y local, y todos los parques deberían tener zonas de compostaje. No podemos seguir llenando los vetederos con nutrientes venidos desde decenas o cientos de kilómetros».

«Alimenta a las lombrices»… Christine invita a la procesión del compostaje a hacer la instantánea conexión: admiremos el trabajo silencioso e impagable de esos animalillos ondulados y escurridizos que tienen el secreto de la vida que no cesa…

«Tierra eres y en tierra te convertirás».